Ambas menores, hijas de inmigrantes indocumentados ganaron atención nacional por urgir al Pontífice a proteger a las personas con estatus irregular en EEUU

Cuando Jersey Vargas se enteró del fallecimiento del papa Francisco entró en shock.

La noticia hizo que reviviera el encuentro que sostuvo con el Santo Padre en Roma cuando ella tenía diez años.

“Fue un momento muy emocional. Recuerdo hablar con él, pedirle por mi papá y los inmigrantes. Cuando me bendijo y me persignó, comencé a llorar”, dice.

Era el año de 2014, cuando junto con un grupo de líderes inmigrantes del sur de California, Jersey viajó al Vaticano para ver al Papa Francisco.

A su corta edad cargaba sobre sus hombros, la enorme presión de que su padre podría ser deportado, lo que la mantenía a ella, a su madre Lola y a sus cinco hermanos con el alma en vilo. 

En ese entonces, su padre Mario Vargas llevaba casi un año y medio bajo custodia en un Centro de Detención del estado de Tennessee. El error de conducir bajo estado de embriaguez, lo mandó a prisión, y a ser entregado a las autoridades de migración.

Era tal la desesperación de su madre Lola, que no la pensó dos veces para permitir que su hija viajara al otro lado del mundo, a casi 6,500 millas de Los Ángeles para  abogar por su padre y los millones de indocumentados que viven en el país.

Francisco, el primer sumo pontífice latinoamericano, había sido nombrado Papa tras la renuncia de Benedicto XVI, un año atrás, en marzo de 2013.

El padre de Jersey, Mario es del estado de México, y su madre Lola del estado de Hidalgo. Emigraron a Estados Unidos con dos de sus hijos mayores, y en Los Ángeles tuvieron cuatro hijos más, entre ellos Jersey, quien es la tercera hija.

A bordo del avión, Jersey tenía muy claro que la travesía a Roma guardaba un propósito, y estaba dispuesta a cumplirlo a como diera lugar.

En su primer intento por acercarse al papa Francisco en la audiencia de los miércoles afuera de la Basílica de San Pedro no lo consiguió. Como pudo, volvió a colarse al frente de la barandilla.

En su segundo intento acertó, logró la atención del papa Francisco. Jersey habló con el Santo Padre, le entregó una carta y un pañuelo bordado por su madre Lola.

Fueron unos instantes que la menor nunca olvidará. Cuando regresó al lado de los líderes que la llevaba, les dijo satisfecha: ¡Ya cumplí!

Al siguiente año, su padre fue liberado y regresó al lado de su familia.

Han pasado 15 años desde que Jersey logró ese milagroso acercamiento con el papa Francisco.

La niña que se hiciera famosa por su encuentro con el Pontífice, ha llegado a la mayoría de edad.

Tiene 21 años y cursa el tercer año de la carrera de diseño gráfico en la Tufts University en Boston, Massachusetts.

“Me falta un año más para graduarme y quiero enfocarme en el diseño de aplicaciones y páginas webs; y pienso que desde ese tipo de trabajo también puedo ayudar”, dice.

Jersey platica que ha podido ir a la universidad, gracias al Questbridge, un programa de becas para estudiantes de bajos recursos. Se le olvidó decir que dicho programa no solo se fija en muchachos que provengan de comunidades desfavorecidas sino que sean sobresalientes académicamente como ella.

“Estoy contenta, aunque ahora muy ocupada porque estoy en un periodo de exámenes”.

Jersey aún está procesando la noticia del fallecimiento del papa Francisco.

Source: laopinion.com